martes, 2 de octubre de 2012

Mi árbol es ella.





Mi árbol es ella.


Una explosión lenta, una de savia. Ese árbol fue el dolor de parto más verdoso de la tierra. Es el puente entre la sombra que cae y la eterna noche en la raíz. Como batuta del viendo anida los vuelos caducos que cuentan los parajes de la nube.

Una orquesta de altos picos en el bosque propicia su galante oleaje desprendiéndo de sus ramas pequeñas palabras que van formando la hojarasca. Revolotean, danzan entre sí, dibujando las formas indecisas de las ráfagas que se pierden en su follaje.

Es camino y paso más profundo. Un abrazo sin espalda. Una bondad frondosa, y esa bondad radica en que, a pesar de la intensión de sentarme sobre su sombra, ésta responde con el cobijo de su abismal cuerpo.


Alexander Gnomo.

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