martes, 23 de octubre de 2012

Nada más precioso que la Independencia.


Ciudad de México
Octubre 2012

De vuelta






 Este es el lugar donde el pasado se une con lo que vendrá,

se sabe parte del viento y de la incertidumbre;

como un río de nada bajo el cielo,

la noche es una espora,

una penumbra que cubre la luz por un momento.


Ven, te llenaré la mirada de árboles,

este momento incierto se desliza como un pañuelo.


La señal del tiempo: ceniza que cae,

y nos cegamos por el brillo de la nada.


Después del derrumbe serás como el cuarzo,

y vendrá la niebla a querer llevarnos lejos.

La fotografía de una voz:

Estaremos apartados de nosotros mismos,

no podrás quitarle un acento al pasado,

estaremos tranquilos,

llegando al fondo sin fondo de un centro sin destino.


Volveremos al instante de luz en el que se petrifica un recuerdo,

de alas abiertas entre las hojas,

para convertirnos en el oleaje que fluye a contracorriente.


La vida es un gracias hincado con un sol en la frente,

y la poesía nos libera,

es una llama que se mantiene,

y que se aleja,

como un ave que va de vuelta al paraíso.





(Cadáver exquisito)
Claudia Yenisey @Cy___ 




Esa luna


Esa luna

Esa luna ama ese falso.
Sí va sola, luna nada su mal azul.

Sé oír: ese Sol anula.
Sea, ámalos.

Yo sí te doy eso, la luna a ti.
Sí, voces, ella caminará, no se va.
La luna ama ese Sol.
Lo sé, se ama, anula,
la ve sonar, anima calles,
eco visita, anula, lo sé.
Yo de ti soy.

Sol ama a esa luna,
 lo sé, serio es.

Luz a la musa dan,
Anula los avisos.
La fe se ama, anulase.

Anúlase.


Por Pepe Aguilar Alcántara
@PepeAA

Esa forma tan tuya de mirarme

William, 2012.

Ojalá te olvides

Barrotes Invisibles


Soy esclava de un reloj por las mañanas
del humo de un cigarrillo
de mis miedos, de mis ansias
de mis gritos contenidos.

Soy esclava del dolor de las caídas
del cansancio y la rutina
doy esclava de mi sombra
(la verdad y la mentira).

Y es una jaula de barrotes invisibles
que aprisiona toda mi alma
desde la piel hasta el iris.

¡Ah! poeta que reclamas
con fiebre necia y rebelde
libertades liberadas
de cobardes inconscientes.

¿No ves que yo soy esclava
de mi sangre y de mi vientre?

¿Del saberme un ser humano
algo común y corriente?

Camino a la luna


Decisión

Cerré mis ojos y juré no volver a abrirlos. Susana me suplicó que olvidara lo ocurrido, que la perdonara, que ser un ciego voluntario era un capricho tonto. No accedí. Con el transcurso de los días la vida se convirtió en un martirio para ella. Me tenía que llevar la comida donde yo estuviera, ayudarme a caminar por la casa y, en vista de mi incapacidad para trabajar, renuncié.

En ocasiones, mientras Susana me preparaba el baño, o me peinaba, la oía sollozar. Pude imaginar cómo sus lágrimas corrían por su rostro, cómo la garganta se le anudaba de tristeza. Jamás volvió a insistir en que yo abriera los ojos. Casi sentí pena por ella, pero mi decisión había sido tomada; si me mostraba débil la única afectada sería ella. Yo sólo quería su bienestar.

Cuando empezó a faltar el dinero Susana consiguió un empleo que la mantenía fuera de casa hasta muy tarde. me las arreglé como pude, siempre sin abrir los ojos, porque yo no soy un tramposo. Si Susana se enterase que he abierto los ojos en su ausencia, jamás me lo perdonaría.

Así pasaron dos años; ella se iba a trabajar antes de que yo despertara, y volvía cuando ya me había dormido. Incluso los sábados y los domingos, pues según me dijo recién entró a trabajar, era una condición de la empresa, pero que esa situación no duraría mucho y además, la paga era buena.

Me fui acostumbrando en esos años a un profundo silencio. Durante todo el día lo único que se escuchaba era el reloj de la sala. Llegó el momento en que la voz de Susana era sólo un recuerdo confuso, sus interminables y contenidos sollozos fueron ecos que se me escaparon. Su caminar pausado, que antaño me recordara la hermosa volumetría de su cuerpo, también se esfumó para siempre.

Un día de agosto decidí esperar a que regresara del trabajo; más aún, decidí olvidar lo pasado y abrir los ojos y hasta pedirle perdón. Lentamente fui levantando mis párpados. Aún con los ojos abiertos no pude ver nada durante varios minutos; después, poco a poco recobré la visión. Era de noche, los contornos de los muebles se iban revelando como una fotografía. Esperé hasta el amanecer. Nadie entró por la puerta. Tuve una duda repentina; me dió miedo. El miedo creció, me levanté con dificultad a la silla donde estaba. Busqué por toda la casa. Al llegar al pequeño jardín trasero el olor me paralizó. Su cuerpo yacía en el pasto, inerte.

Víctor Artasánchez
@Artasanchez

A menudo



A menudo busco su risa en mi rostro.
Sus ojos, a menudo, encuentran mi boca.
La piel, con sed, a menudo provoca manantiales celestes con textura sedosa.
Y su mirada y la mía, a menudo, se tocan.

@vivianasordelli

La mancha de tinta

Nunca pidió salir del bolígrafo, fue empujada hacia afuera por el peso de las que venían detrás. Al caer, vio que tan grande era el mundo que se estaba perdiendo ahí, apretada, donde hasta ese momento vivía. No imaginaba ese destino que le aguardaba cuando se impactó en el borde inferior derecho de aquella página, que formaba parte de la obra maestra de algún escritor famoso.

Al caer se aferró con sus largos brazos a la página y se quedó inmóvil, expectante, durante largo tiempo. Escuchando el silencio, un silencio que le producía ansiedad, a la cual no estaba acostumbrada. ¿Por qué estaba ahí? ¿Era una broma del escritor? Tal vez aún podría regresar al bolígrafo, trato de moverse, pero sus largas extremidades ya eran parte del papel, ya no había vuelta atrás, tristemente dejó de luchar y comenzó a mirar a su alrededor.

En lo que parecían unas montañas alcanzó a ver unas formas que se movían; algunas danzaban con alegre cadencia de la mano de otras y cantaban palabras al viento, orgullosas de su caligrafía y su buen porte. Trató de llamarlas, pero no tenía labios, trato de hacerles señas, pero no logró levantar sus brazos. Las letras no repararon en su presencia, y continuaron en su fiesta privada.

Decepcionada, giró su vista al sur, solo vio el horizonte, la nada; el sabio que dijo un día que el mundo era plano y tenía un borde, estaba en lo correcto.

Se asomó al límite y era como si estuviera en lo alto de un edificio, con muchos pisos debajo, escuchó el murmullo de miles de palabras en cada uno de los niveles. Cada página es un mundo diferente, eso pensaba. Al menos tenía la fortuna de estar ahí en lo alto, y tener ese pedacito de hoja solo para ella. Lejos de tanto ruido, lejos de tanta gente.

Para ella, la página estaba medio llena. Se dio cuenta del inmenso mundo que tenía bajo sus pies y frente de sí, y todo lo que podía aprender de aquellas letras. ¿Qué clase de libro era? Tal vez sería un libro de poesía y aprendería a declamar, a ser poeta, no sonaba tan mal. O quizá era un libro científico y aprendería los misterios de la vida. Un libro de cuentos, como el de Alicia tal vez.

Se vio atravesando aquél mágico agujero persiguiendo al conejo blanco. La mancha en el país de las maravillas. Quería brincar de alegría y entonces recordó que no podía moverse.

¿Cómo podía saber que clase de libro era? Ahí sola, sin posibilidades de transporte ni tampoco de comunicación.

Entonces pasó lo inesperado. Una forma atravesó el cielo. Era un objeto largo, plateado y que terminaba en punta. Descendió hasta la página y comenzó a escribir, la mancha observó atenta como salían letras de esa punta y entonces lo comprendió. El libro aún no estaba terminado.

Tal vez si salían suficientes letras podía conocerlas, podía encontrarse por fin con lo que tanto anhelaba, ser parte de toda esa información y descubrir el nuevo mundo.

Del bolígrafo continuaban saliendo muchas letras, rápidamente comenzó a llenarse la página y se acercaban más, cada vez más a su pequeña esquina. El bolígrafo cerraba párrafos y comenzaba nuevamente, más cerca, diez renglones. Todos los sueños de la pequeña mancha estaban por cumplirse. Cinco renglones, cuatro, tres; no podía contener la emoción.

Cada pequeño brazo de la mancha temblaba y quería unirse por fin a las letras. Solo dos renglones más.

Inesperadamente, el autor cerró el libro.

Gus Acosta (El Mago)
@UnTalMago

Hoy quiero

Hoy quiero perderme entre tus brazos, deslumbrarme ante tu mirada,
sentir que no existe nadie más, que tenemos el mundo entero
para hacer de nuestros deseos algo real, de nuestro cuerpo
un mural a la pasión, hoy quiero que me des un beso de aquellos
que llevan pasaporte a la cama.
Quiero desnudar tu cuerpo y cubrir cada centímetro de él con besos
que te hagan perder la noción del tiempo, que te hagan sentir mujer,
quiero invadir tu cuerpo y hacerte mía, llenar la habitación de algo
más que solo besos, que los te amo se conviertan en gemidos, las
miradas en besos que dejan marcas en la piel, hoy cambio los
abrazos por el beso prohibido, hoy quiero que en mi cama
impregnes el olor de tu cuerpo.
Quiero que el reloj se detenga, que las aves canten y vuelen alto,
mientras recorro y toco en ti hasta tu propia alma, quiero sentir que
eres mía, que me perteneces y soy tu dueño, quiero arrancarte el
brasier y ser un niño en tus pechos, bajar mis labios hasta llegar a
tu obligo y sentir como empiezan tus piernas a temblar, sentir como
tu cuerpo pide algo mas, que tenemos la eternidad, quiero sentir el
calor de tu piel cuando mis besos desde tu ombligo parten hacia el sur,
ese bendito calor que nos quema la piel y no es por el sol.
Quiero hacerte mía nuevamente, que hacer el amor contigo se
convierta en nuestro pecado más deseado, pero mientras llega aquel
día, en el que vuelva a tenerte entre mis brazos, me toca conformar
con el recuerdo de tus apasionados besos, de tus pechos descubiertos
invitándome a amarte, de tu sonrisa guardada en mis pupilas,
tu risa enmarcada en estas paredes, y los deseos de mi cama que
reclaman tus pasos llevándote hacia a ella para algo más que sólo un beso.

Santiago Simbaña
@saalsilo

Amor que duele

Me haces daño. Siento un golpe e inmediatamente la sangre brota de mi espalda y corre rauda por la espina dorsal.

Otro golpe. Mis muslos, mi cuello, mis hombros. Un golpe, ¡Dios!. Y otro más ¡Dios santo! Otro más, ya no puedo soportar. Otro golpe más, ¡No soporto, en serio ya no aguanto! ¡Me vas a matar! un golpe más y te detienes.

Satisfecha ante la visión de mi carne enrojecida, mis muslos amoratados, mis ojos inflamados, agarras el grueso látigo de cuero y yo te observo, amordazado, encadenado, ávido de deseo, con un miembro ultra inflamado a punto de eyacular, excitado por tu cuerpo enfundado en un traje de látex negro y tus increíbles tacones con plataformas.

Siento un espasmo de placer que recorren mis genitales.

Princesa, mi diosa, mi amor, ¡arráncame hasta los tatuajes! ¡mátame, mátame de placer!

Para que luego digan los necios que el amor no es causante de dolor.


@_Indeleble
 http://cuentosindelebles.wordpress.com