martes, 29 de enero de 2013

Un relato cualquiera de una noche inolvidable


"Un relato cualquiera de una noche inolvidable"


Era una noche cualquiera de las que nunca se olvidan. Ella traía un vestido negro que le disimulaba sus pocas libras de más y dejaba a la imaginación sus cerradas curvas; no llevaba medias premeditadamente, sabía que era su arma secreta en caso de necesitarla. Él llevaba un traje oscuro, camisa blanca con mancuernillas de plata y una corbata tornasol color rojo que a contra luz cambiaba a rosa. Ambos se reencontraban, una vez más, con el pretexto de hacerse compañía en un evento que prometía ser la mejor opción del día.
La orquesta comenzó a tocar y de manera natural entre ellos surgió la necesidad de encontrarse en la pista de baile. La canción no importaba, lo imperante era sentir de cerca sus cuerpos con un motivo que no pusiera en entredicho sus conciencias. La mano de él en la cintura de ella, la mano de ella en el hombro de él. Sus entrepiernas se buscaban y se encontraban en cada compás. Una reacción involuntaria hizo que ella se sintiera halagada mientras que él, lejos de sentir pena, lo hacía más evidente. De alguna manera las entrepiernas danzaban a su propio ritmo.
Poco a poco la música se fue haciendo más ligera y la luz más tenue; ellos olvidaron que a su alrededor había más parejas bailando y por un momento se encontraron en una intimidad en medio de la multitud. Solo había una canción compartida en el mismo tiempo y en el mismo espacio… comunión.
Acabó la música y ellos siguieron bailando dejándose llevar por el ritmo de sus corazones. De golpe abrieron los ojos y se encontraron en medio de una pista vacía y señalados por todas las miradas de aquél salón.
Ya en la mesa, debajo de ella, surgió un juego entre el arma secreta de ella y los deseos de él. Los muslos desnudos eran explorados por unas manos que sabían el camino que comenzaba justo ahí. El límite era una pantaleta que ya no podía contener tanta humedad… tanta pasión.
Él lanzó una propuesta que ella no estaba en condiciones de rechazar, se despidieron y salieron en busca de un lugar cercano dónde continuar escribiendo la historia de la noche. Un motel ya conocido fue el lugar elegido.
Entraron al lugar sin encender las luces, como quien quiere ver con las manos y sentir a ciegas. El vestido comenzó a caer, poco a poco, mientras en un abrazo se dijeron todo lo que con palabras no pudieron decir. Ella temblaba ante los brazos de él que no dejaba de apretarla. La fue llevando hasta depositarla en la cama.
La madrugada como testigo y la habitación como campo de batalla presenciaron, quizás, el encuentro más cruento y devastador que entre ellos jamás antes hubiera acontecido. La noche fue muy corta para tantos sueños contenidos. Se cumplieron sus fantasías sabiendo que el regreso a la realidad llegaba con el amanecer. Y aunque no fue su última noche juntos sí fue la más inolvidable de todas.


J. Arturo López M.
@Verbum_

1 comentarios:

  1. Si era una noche cualquiera no podría ser inolvidable. Las noches cualquieras se olvidan. En cambio si era una noche que parecía ser como cualquiera pero que fue inolvidable, eso si que tiene más sentido.

    Silvia

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