martes, 12 de marzo de 2013

Puerta.



La puerta rechinó haciéndole pequeñas grietas al silencio, grietas que luego del instante, fueron grietas caídas ante el movimiento lento y vetusto de lo que anticipa una entrada o una salida.

Toda llegada fue ida por haber partido de algún sitio, todo es salida aunque se entre hacia unas cuatro paredes.

De este lado de la casa donde es aparente silencio, eco de nada y de lo quieto, apenas es perceptible la baja murmuración de la noche.

Así, cuando el ruido del silencio radica en su súbita omnipresencia, la mudez de la sombra más danzante ante la serena luz, cúspide de aquel pilar de cera, describe su dependio.

El derrumbe allá afuera está en su apogeo y yo lo acompaño en su desmoronamiento rodeado por las naderías desnombradas por la oscuridad, por las únicas testigos del desplome sobre esta hoja.

Sigo saliendo, de sitio en sitio, lejos, inmóvil, sobre la silla, entre el pecho y la espalda. Así entre instantes vuelvo a la puerta una y otra vez, y otra ves, a éso que está cuadriculando mis entradas.

«Dice la puerta que ya quiere entrar, y que las mejores puertas, están libres de sus marcos»

Alexander Gómez

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