martes, 23 de abril de 2013

Surrealismo



Manuel perdió la cabeza. Fue un proceso paulatino, imperceptible al principio.  Aún más si se toma en cuenta que siempre estuvo solo. Comenzó con pequeñas cosas, escuchando moscas volando cerca de su cabeza cuando se acostaba.  Al principio era solo una y él la ignoraba, ni siquiera encendía la luz para encontrarla. Pasaron varios días antes de que se levantara y la buscara en los rincones más altos de su cuarto. La noche que decidió acabar con la mosca,  pasó dos horas intentando encontrar el origen de aquel seseo que pasaba cerca de sus oídos y después se alejaba. La segunda noche, desesperado, comenzó a escribir una especie de bitácora.

Día  A.
Llevo varios días durmiendo con una mosca en el cuarto. Al principio la ignoré pensando que sería cuestión de tiempo para que encontrara otro sitio o a alguien más a quién molestar. Pero cada noche que me acuesto la escucho rondándome. Ayer me levanté a buscarla y nada; como si la luz la hubiera ahuyentado. Apagué la luz de nuevo y ahí estaba.; de  regreso con su vuelo inconstante y su aleteo apresurado.

Hoy me acuesto expectante. Todo está en silencio. La estoy esperando. Estoy esperando, que venga a robarme el sueño. Que llegue a sobrevolar mi cama ; como el ave de carroña que es. Todo está en silencio. Creo que hoy no vendrá. Tal vez por fin encontró la salida y me dejará tranquilo. Intentaré dormir.

La volví a escuchar. Brevemente. Tal vez estaba soñando. Ta vez sigue aquí y sólo descubrió los beneficios de la tortura psicológica (demanda mucho menos trabajo físico).

Día B.
Hoy la escuché en el estudio. Estaba trabajando. Dejé de teclear por dos segundos y la sentí pasar sobre mi cabeza. Muy cerca, demasiado cerca. Ansioso, busqué en cada rincón de la habitación. Mis ojos recorrieron cada centímetro en busca un punto oscuro sobre la pared beige o en el techo. Me percaté de la suciedad acumulada en la pared. Sólo viendo este tipo de cosas de cerca, analizándolas, uno cae en cuenta de lo mucho que hace falta una mujer en la casa…y en mi vida. No por que sea la limpieza algo implícito de su género, sino por su naturaleza  meticulosa, ordenada y limpia que les permite ver lo que nuestros torpes ojos pasan por alto. En las paredes y en el alma.

Un punto sobre el piso de madera captó mi atención. Me abalancé sobre el. Lo pisé enérgicamente y sentí como la fuerza ejercida por mi zapato lo hacía explotar. Aplastado entre el piso café y mi suela nagra. Reducido a nada, modificado en todas sus dimensiones para convertirse en una plasta amorfa y sin sentido.  Me senté tranquilo en mi silla de nuevo. Con el sabor de la victoria aún en los labios. Me disponía a retomar el trabajo donde lo había dejado cuando la escuche de nuevo.  Torturándome…astuta y escurridiza, jugando con mi mente… dentro de ella, dentro de mi. Asustado me incorporé de inmediato para analizar la mancha amorfa el suelo. Había quedado irreconocible. Sin más herramientas para comprobar mi esperanzada hipótesis y asegurarme de que no estaba perdiendo lo cabeza, pasé mi dedo índice por la mancha oscura sobre el piso claro y me lo lleve a la boca...una pasa, o una mosca muy dulce. Me sentí estúpido y avergonzado y reí con mucha fuerza tirado en el piso del departamento mientras el zumbido del infierno inundaba mis oídos y se metía entre las circunvoluciones y cisuras de mi cerebro.

Día C
Creo que son dos, estoy seguro que están confabuladas. Me he puesto a leer más sobre moscas. Llevo toda la mañana leyendo unos libros de entomología que encontré en el closet. Las trajeron hace 2 meses y según me dijeron pertenecieron a mi padre. Espero que por lo menos sus libros sean útiles. Llevo apenas dos capítulos y nada. No puedo trabajar. A penas me siento frente a la computadora comienzan a zumbarme los oídos. Tal vez  alguien no quiere que escriba más y mandó dos moscas a robarme la inspiración, el sueño, las ganas, la razón.

Leí un capítulo entero sobre las moscas de la fruta.  “Drosophila melanogaster”. Los libros son viejos y la información está desactualizada.  Estaba apunto de cerrar el libro y abandonar mi investigación cuando un par de renglones escritos con letras muy negras saltaron a mis ojos, viajaron por mi nervio óptico y llegaron a la poción trasera de mi cerebro y me hicieron retorcerme en la silla con un escalofrío que casi me tira al piso. “Estas moscas son utilizadas en laboratorios para estudios  genéticos”. Naturalmente busqué información más actualizada en el internet. Aparentemente, esta mosca tiene una serie de características muy especiales, que son de gran interés para los hombres de ciencia. Este pequeño espécimen cuenta con un muy reducido número de cromosomas, lo cual, la convierte en el insecto ideal para la experimentación genética. ¿Será acaso que estas moscas, las mías, han sido modificadas?. ¡Qué tontería!. ¿Quién se tomaría la molestia de alterar genéticamente a dos moscas sólo para joderme? . Dejaré de invertir mi tiempo en tonterías, intentaré ignorarlas y  retomaré el trabajo dónde lo dejé.

Día D
Estoy convencido de que estas moscas han sido alteradas genéticamente. No hay otra explicación. Hoy por la mañana inundé mi departamento con solución mata insectos, y nada. Las malditas siguen aquí, con su suciedad y sus ojos fragmentados y su insoportable bzzzzzzz. Estoy perdiendo la cabeza. Estoy considerando seriamente vender este departamento y cambiarme de código postal si es necesario. ¿Y si no funciona? ¿ Y si me siguen a dónde vaya? ¿Qué clase de castigo es este? ¿ A qué deidad ofendí para que esta plaga de moscas alteradas del genoma haya caído sobre mí?.

Ahí están. Las dos. Son fuertes, creo que hoy son más grandes. Su vuelo se oye más decidido, mas firme. Dios mío. Dios mío.



Día E.
Me he encerrado en el closet. Ahora son más. No estoy seguro cuantas.  Creo que se han reproducido por la noche. Yo apenas dormí una hora. Estaba atento, vigilante. Supongo que esperaron mi momento de vulnerabilidad para reproducirse y aumentar de tamaño. Ahora son más rápidas. La velocidad que alcanzan durante el vuelo es alarmante. Es imposible verlas, es imposible combatirlas.

 Han tomado el control de mi departamento y de mi vida. Estoy aquí; encerrado con mi cuaderno,  mi pluma y un pedazo de pan que rescaté de la cocina. Sólo entra una franja de luz por el espacio que queda entre la puerta y el suelo. Dios mío, ¿qué está pasando?. Me pregunto si esto sólo me está pasando a mi o es una catástrofe mundial. Quisiera saber si todo el mundo está encerrado en sus closets escondiéndose de las gigantescas moscas invisibles que ahora roen los cables y se alimentan de miedo y algodón. Me pregunto si el presidente y su familia están encerrados en un solo closet, y si  los científicos estúpidos que decidieron alterar el genoma de una mosca ahora están encerrados en sus sótanos buscando una solución.  Pronto se meterá el sol y todo aquí adentro será oscuridad. Espero que mañana pueda salir. Algo se me ocurrirá.

Día F.
Hay algo grande allá afuera. Por lo menos del tamaño de un gato. Me asomo por la ranura, que es mi único contacto con el exterior y veo patas pasar corriendo… de pronto se paran frente a la puerta y casi puedo ver los pelos gigantescos de sus patas acariciando la madera, y sus bocas succionadoras lamiéndola.  Las imagino lamiendo mis sábanas y mis almohadas y a mi. 

Recuerdo haber leído que las hembras ponían cerca de 8,000 huevos. ¡Ocho mil huevos! desde aquí veo mi refrigerador y mi techo invadido, infestado de huevos gigantescos, y veo también las larvas pegajosas y hambrientas tiradas en toda mi alfombra, alimentándose de ella y de mi propia carne muerta. Espero que nunca me encuentren, espero que no devoren mi cuerpo, espero que con haber roto mi espíritu tengan suficiente estas viles criaturas infernales.

Día E
El pan que tenía se terminó. Tengo más hambre que nunca. No tengo más remedio que salir de aquí y enfrentar a esos terribles insectos del infierno. Hoy se ven más grandes; se les escucha más veloces y hambrientos. Quizá pueda llegar a la puerta del departamento,  huir y nunca mirar atrás. Quizá muera devorado por larvas gigantes. 

Que inconcebible, que estúpido que increíblemente irreal es estar aquí encerrado. No tengo  más que decir. Dentro de poco abriré la puerta que me separa de los demonios, de los míos, los miraré a la cara, y me veré reflejado un millón de veces en sus ojos de infinitos hexágonos y lo que pase después quizá nunca será escrito.

Carlos Ferráez Servín de la Mora

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