martes, 31 de diciembre de 2013

Nosotros, los de entonces

Hace más de dos años, un grupo de tuiteros, de esos que se pueden llamar poetuiteros, coincidimos en un grupo de Facebook (así el ecléctico mundo de las redes sociales). Como los grandes amores, Con Fábula nació de esa coincidencia como un juego, que un grupo más pequeño de esos tuiteros inició a finales del 2011.

 La idea era tener un espacio para crear y co-crear. A lo largo de estos dos años, le dimos vuelo a la imaginación y a las posibilidades del mundo virtual para desarrollar pequeños proyectos creativos, quizá efímeros como todo -o casi todo- en este mundo. Recuerdo, por ejemplo, el número que dedicamos a las cuatro estaciones (Año 0 No 39), o bien aquél número en el que todas las entradas fueron colaboraciones invitadas de tuiteros que todos admiramos (Año 0 No 42), o el número publicado todo en Inglés (Año 1 No 11), las cosas maravillosas e inclasificables que cayeron al Boletín Psicometeorológico, o las muchas horas de colaboración, a veces de un continente a otro, que se invirtieron en La madriguera del conejo. Además, Con Fábula prestó su Cuarto del Huésped a muchísimos escritores y poetas nóveles de habla hispana que tal vez de otra manera no se habrían atrevido a publicar y ser leídos.

Siempre que un proyecto creativo llega a su fin, suele decirse que "cumplió su ciclo". A mí, que lo vi nacer y lo ayudé crecer y luego por circunstancias de la vida lo observé de lejos durante un buen rato, más bien me parece que, como dice el poeta, "nosotros los de entonces, ya no somos los mismos": el equipo que puso tanto esmero en darle a vida a este proyecto ha cambiado. No sólo el equipo en sí, pues muchos de nuestros colaboradores originales fueron saliendo poco a poco, sino los que nos quedamos, cambiamos también. Naturalmente, estos cambios obligan a dar por concluido este proyecto creativo que quedará aquí, en este mundo virtual, como testimonio del talento de sus creadores y colaboradores y, por qué no, de la fortuna del azar de coincidir.

Escribir es un oficio solitario, pero al menos en esa soledad estuvimos juntos a lo largo de estos dos años. A todos, colaboradores y lectores, no queda más que decir un sentido y sincero gracias.


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