martes, 18 de junio de 2013

A cuatro manos

A cuatro manos

Día del Padre
16 de junio de 2013.

Un texto de @Dislocado_ y @PepeAA


—Recuerdo que lo veía como un árbol, de esos que su sombra cubre una cuadra completa. Lo grave de su voz retumbaba en la más dura pared. Su saludo de mano, era firme y seguro. Y su gesticulación amedrentaba al hombre más egocéntrico. Era mi padre, era grande, era fuerte y enorme; era mío.

—Podría asegurar que era un Ficus, grande y lleno de hojas, abrazando y cuidando nuestro cálido hogar. También era una montaña donde podía ver las luces de la ciudad sin temor a caerme, enseñándome sin palabras lo que es la libertad.


—Trató de mostrarme lo cruel de las personas, pero también, su lado humano. Nunca estuve de acuerdo con él; éramos iguales, opuestos y absolutamente diferentes. Siempre llenos de contrariedad. Siempre peleando. Siempre aferrados a la verdad y a tener la razón de lo que nunca importó, de lo superfluo, de lo banal y de lo que nos separó hasta su partida.

—Recuerdo cuando manejaba en carretera, no había lugar más seguro en el que pudiera sentirme; me enseñó a sentir, me enseñó a enojarme y alegrarme, me enseñó a vivir. Nunca fue mi héroe, era mi amigo, mi enemigo, era mi padre, era grande, era fuerte y enorme; era mío.
—De él aprendí la verdad, la amistad, la adicción a los libros, el amor al fútbol americano, al béisbol, a las motos y a los autos. Pero ningún amor como el que le tenía a mi madre, ese que abre y le da brillo a las alas de la mujer; su mujer. No he visto caballero más orgulloso cabalgando al lado de una dama por el sendero de la vida, que él.

—Creo que una de las mejores cosas que aprendí de él, fue a apreciar la música; una de las mejores herencias que me pudo dejar en vida. Gracias a esas alas, soy una persona sensible que agradezco ser y puedo volar a través de ellas para renombrarlo, recordarlo y admirarlo.

—Porque la música se aprecia en todos los estados emocionales. Y qué hermoso. Sabes que estás vivo al sentir. (Si estas letras estuvieran plasmadas en papel, querido lector, sería el papel más arrugado por tantas lágrimas derramadas) Y esto que siento, lo aprendí en el inicio de su viaje espiritual; ese viaje que, en paralelo, trajo al más triste de mis días. El día que aprendí a nunca quedarme un “te amo”. El día que prometí siempre decirle a mi hijo que lo amo. Porque a él, mi padre, nunca se le enseñó a decirlo; sino a demostrarlo.

—Yo no soy padre pero desearía algún día serlo, aunque a veces creo estar alejado de cumplir ese sueño. Comparto las lágrimas y los recuerdos, comparto el coraje y el anhelo, comparto las risas y los sueños que me acercan y me alejan para recordar cuánto lo siento. Seguiré volando para encontrarlo en su momento.

—Gracias por ser, estar, guiar y enseñarme a pensar. Gracias por ser tan duro y constante. Gracias por tu eternidad y tu caballerosidad. Gracias y perdón por todo. Javier, siempre te llevo en mi corazón.

—Gracias por el aprendizaje y la confianza, gracias por la música y por ser ese Ficus constante; perdóname por mi comportamiento y por no decir “te quiero” en su momento. Pepe, en mi corazón te llevo.

Gracias, caballeros. Hacen falta.

Soledades

Foto: Yasir Albehzad

En esta multitud de soledades,
sólo tus ojos son esperanza y compañía,
sólo tu boca es silencio y es consuelo,
sólo tu voz es promesa de alegría.

En esta multitud de soledades,
sólo una más entre otras tantas es la mía ,
sola mi soledad llena de pena,
sólo certeza cruel de que te has ido.

En esta multitud de soledades,
muere sola mi alma sin tu risa,
no quedan ecos del amor que nos hicimos,
no queda sino pena en la sonrisa.

Nadia Ochoa

No te marchaste sin dejarme

Cuando platicábamos de sueños, construíamos montañas.
Montañas iluminadas; 
que vestíamos de todo aquello, que la moral nos levantaba.

Me dejaste puliendo todos los ecos y cada una de tus palabras,
enumerando en mi cabeza, todo eso que dejaste sin contar.
Todo lo que no alcanzamos a platicar.
Te extrañé por ello, y aún sin ello, te sigo extrañando;
te seguiré extrañando.
Es un círculo vicioso que no terminará jamás.

Pero nos quedaron los caminos que diseñamos,
los dejaste todos en mis manos
esos que quedaron sin terminar.

Me quedaron, y me dejaste difícil el trabajo;
Porque sin el toque de tu risa, 
que complicado me resulta edificar.

Sin embargo, esta vida no se acaba,
y me dejaste de tarea continuar;
de acabar con esos nudos que nos atan a la tierra.
De llenar las ventanas de todas las prosas nuevas,
que se nos puedan atravesar.

De pintar con mil colores esos sueños, 
que solo tú sabías cómo echar a volar.

¿Y sabes?, Es difícil rediseñar tu arquitectura;
pero dejaste cimientos fuertes dónde comenzar a levantar.
Dejaste un puñado de recuerdos que me hacen fuerte,
y de nuevo mi sonrisa se comienza a dibujar.

Así, comencé por pintar tu cielo de colores,
de llenar cada uno de sus rincones 
con nuestros sueños alucinados, 
y tomar del viento; 
los murmullos de tu voz que parecía tan lejana para traerla conmigo, 
para que no se me olvidara lo que un día prometimos 
que podríamos cambiar.

El rumbo completo de nuestras vidas que ya lucía deslucido,
por un sueño nuevo que nos fuera permitido,
y nos llevara de la mano sin dejarlo de intentar.

No te marchaste sin dejarme, eso lo puedo comprobar.
Porque donde quiera que te encuentres,
no has soltado de mis manos, en mis luchas te has quedado
y cada lágrima en mis ojos has secado sin parar.

Te has quedado, para asegurarte que mis brazos
reciban el amor guardado, de un sueño viejo que no se rindió jamás.
para sostenerme con fuerza cuando el peso es demasiado,
para no soltar mis pasos, para asegurarte siempre, 
que a donde sea que yo vaya; tú también vendrás.


Silvia Carbonell L.






Un rostro de papel

Fue hermoso construirte un rostro con el viento,
uno que de tanta brisa te pudiera acariciar.
Pero fue terrible encontrarme con tu rostro de papel,
un rostro que no siente nada,
y solo repite palabras huecas y falseadas.

Un rostro que no hace justicia a la belleza
disfrazado de falsa honestidad.
un rostro con la piel suave de mentiras,
con los labios encendidos de una total falta de humildad.

Un rostro perfecto para el engaño,
con la mirada dulce que logró sonrojar mis mejillas.
Un rostro frío cada vez que olvidaba la máscara mientras dormía.

Que quema si te acercas demasiado,
construido por frases que por mucho tiempo han funcionado
en cada sonrisa ingenua que consiguió engañar.

Con los huesos ocultos de su verdadera coraza,
esa, que hace daño sin quererlo evitar,
que disfruta del duelo, que no siente jamás.

Y por Dios, que el único día que miré lágrimas en sus ojos,
no fueron lágrimas de tristeza o de piedad.
Fueron lágrimas de veneno que le carcomía por dentro
que aún haciéndole daño, no me permitió consolar.

Yo que abracé sus mejillas
cuando el sueño le permitía,
mientras dibujaba mis besos
en cada rastro de su piel.

Que le llené de sonrisas cada vez que me iluminaba,
que apagaba mi rostro para no delatar mis lágrimas
y pudiera ocasionarle heridas que no pudiera soportar,
tampoco fui suficiente para evitarle matar;
unos sueños que agonizan cuando despierta mi día,
que deján en mi rostro las marcas de sus heridas;
porque él pertenece a un rostro que nunca aprendió a amar.


Silvia Carbonell L.








Te llevaste cada uno de los hechos

Negando un pasado tan poderoso, 
que te perdió en el limbo de la linea de lo que está bien y lo que está mal.
La realidad tomará forma en todo eso que pretendes enterrar, 
y te dará un duro golpe en el rostro; traspasará tu estomago y dolerá.

Hubiera querido decir mucho de ti, pero te llevaste cada uno de los hechos.
Y con ellos, las palabras que algún día te pudieran justificar.

Dolerá el silencio que te rodea porque aunque te llenes de voces,
tu alma completa se quebrará.
Sabiendo que todo el cielo que te rodea, es imposible de tocar. 
Tus manos permanecerán abiertas por un momento, intentándolo alcanzar.

Será imposible el vuelo, 
sin un alma ligera del peso
de un pasado hermoso que se encargó de borrar
Ocasionando una herida imposible que no volverá a confiar
en cada mano extendida que dejó cuando no volteó jamás.

Solo quedarán los ecos de una historia lejana que no tocarán tus manos,
que se marchó de tus labios olvidando tu nombre,
que se marchó de tus ojos para poder perdonar.


Silvia Carbonell L.


México